Una de las rutas más espectaculares que se pueden hacer en la comarca de la Noguera, en Lleida, es la excursión al Castell d’Oroners. Un castillo en ruinas situado en un lugar privilegiado, dentro de una cavidad rocosa y sobre un acantilado que se asoma al pantano de Camarasa. Y también, la Ermita de la Mare de Déu del Remei, ¡una iglesia románica que parece salida de las mismas rocas! Sin duda, se trata de un lugar único con unas vistas alucinantes que os dejarán con la boca abierta.
Si estáis interesados en otras rutas por la zona, quizás os interese visitar el Barranc de Merea, los almendros en flor, el Congost del Mu o los campos de lavanda en Lleida entre otros.
¿ Cómo llegar al castell d’Oroners i la ermita del Remei?
Llegar al Castell d’Oroners y a la Ermita de la Mare de Déu del Remei no es del todo fácil. Se tiene que aparcar el coche en la entrada del camino donde empieza la ruta. Allí hay una zona boscosa y hay lugar para dejar algunos vehículos. El punto exacto donde está el desvío para empezar la ruta se encuentra en la carretera C-12 dirección Àger, justo delante del desvió que sube a La Ametlla de Montsec.
Se trata del camino que entra hacia el bosque. Justo en el desvío veremos un cartel verde con las indicaciones del castillo y la ermita. Si entramos con el coche por allí y hacemos unos pocos metros podremos dejar el vehículo sin que moleste. Desde el coche hasta la ermita de la Mare de Déu del Remei y el Castell d’Oroners se tarda algo más de una hora para ir y lo mismo para volver.
Ruta a la ermita del Remei y el Castell d’Oroners
El inicio de la ruta es sencillo y muy bonito, empieza descendiendo, que siempre es de agradecer. Después de unos diez minutos nos encontramos con un pequeño mirador desde donde se ve el pantano. Al otro lado, veréis la Baronia de Sant Oïsme, una aldea que recomendamos visitar y os contaremos más abajo.
El camino parece bien señalizado y bastante sencillo, pero no os dejéis engañar por las apariencias. Seguimos bajando y la ruta se empieza a complicar un poquito, el camino se va haciendo más estrecho y las plantas y los árboles empiezan a invadir el sendero. Aunque no hay muchas señales, podemos ir siguiendo unas marcas verdes y blancas que hay pintadas en las rocas o los árboles. Si las vamos viendo es que vamos por buen camino.
Después de la bajada y de cruzar una pequeña riera que deberéis saltar, empieza la subida. Aquí tenéis que estar un poco atentos porque no está muy bien marcado el camino y es fácil perderse. Pero una vez pasemos los matorrales y las plantas, el sendero se vuelve a despejar y aunque ahora tiende a subir, se ve la ruta mucho más clara.
Seguimos por el sendero hasta llegar a un desvío donde encontramos una señal que nos indica que tenemos que girar a la derecha. Aquí el camino desaparece y tenemos que empezar a subir por unas piedras. El camino aquí ya es más complicado pero nada del otro mundo. Se nota que vamos subiendo, pero es buena señal, nos vamos acercando al objetivo. A lo lejos ya se empieza a ver la Ermita del Remei y el Castell d’Oroners.
Ermita de la Mare de Déu del Remei d’Oroners
Después de unos 10 – 15 minutos del último cartel donde cogimos el desvío, llegamos a la puerta de la ermita. Nos quedamos alucinados, parece construida en la misma piedra de la montaña. De echo la cara norte esta adosada a la roca. Esta iglesia data del siglo XI, es de estilo románico y se conserva bastante bien. ¡A nosotros nos fue de perlas para encontrar un poco de sombra! Lo mejor es que se estaba bastante fresquito.
El interior es bastante básico, lo que más llama la atención son dos grabados que podemos ver, el primero en uno de los arcos y el segundo en el muro. También, es interesante ver unas hornacinas de ofrendas, donde a parte de las ofrendas, encontramos varios alimentos como sal, aceite y hasta una paella. La cubierta exterior está construida en piedra y todavía hoy se conserva de maravilla.
Después de descansar un poco en la ermita y resguardarnos del sol, decidimos acabar de subir hasta el Castell d’Oroners. Se encuentra muy cerca, solo se tiene que hacer una última subida de unos 5-10 minutos -de hecho ya se puede ver a lo lejos- bueno lo que queda de él.
El Castell d’Oroners
Este tramo de subida es un poquitín más complicado, ya que en el camino nos encontramos con piedras grandes que se han desprendido de la montaña y que tendremos que pasar. No es difícil, solo tenemos que tener un poco más de cuidado. ¡Ah y sobretodo vigilar con los excrementos de los pájaros! Todas las piedras y rocas están llenas y os será difícil apoyaros en alguna sin mancharos.
Por fin llegamos al Castell d’Oroners y… ¡las vistas son sencillamente alucinantes! Se llega a una primera estancia donde se entra por una pequeña puerta y allí se pueden ver algunos restos y sobretodo rocas y piedras. Lo que más destaca para nosotros es la ventana. La verdad es que hace falta bastante imaginación para ver un castillo entre tantas piedras, pero solo por las vistas, que son una auténtica maravilla, vale la pena subir.
Aunque parece que esta parte es lo único que se puede visitar del antiguo Castell d’Oroners, no es así. Entre las piedras que han caído, hay un pequeño paso, que si nos agachamos podemos llegar a una segunda estancia. Aquí hay pequeñas rocas por donde se puede subir y observar mejor el tipo de construcción que había. Nosotros estuvimos un rato en el castillo disfrutando de maravillosas vistas.
Después de investigar un poco sobre la ruta, encontramos que la identificación y descubrimiento del Castell d’Oroners es de hace relativamente muy poco. El estado del castillo está bastante en ruinas- pero forma parte de su encanto- se halló en 1986 gracias a la tesis doctoral del Sr. Francesc Fité y Llevot. Es decir, hace poco más de 30 años ¡Alucinante!
Grabados del Castell d’Oroners
El castillo sufrió varias modificaciones y reformas a lo largo de la edad media. Donde esto se hace más patente es en la cámara central que conserva unos grabados de temática bélica y caballeresca, datan a inicios del siglo XIII. Destaca un friso de caballos en boceto, con varios caballeros con bajeras y escudos. Hay también entre los grafitos peones armados, figuras danzando y elementos florales entre otros.
Antes de deshacer el camino y volver al coche, estuvimos contemplando los grabados. Después volvimos poco a poco hacia la ermita, allí nos comimos nuestro bocadillo a la sombra y cogimos fuerzas para el recorrido de vuelta. Este tramos se nos hizo un poco más corto, eso si, vigilar con el camino porque nosotros nos desviamos un poco y tuvimos que hacer marcha atrás unos cinco minutos. Pero bueno, en más o menos una hora ya estábamos de nuevo en el coche.
La Baronia de Sant Oïsme
Una vez en el coche y cuando ya nos disponíamos a regresar para casa, decidimos hacer una parada en el pequeño pueblo de la Baronia de Sant Oïsme. Este poblado está en lo alto de una roca encima del pantano de Camarasa, cosa que lo convierte en un lugar de enorme belleza. Aquí encontramos un conjunto de casas agrupadas debajo de un castillo y al lado de la iglesia de Sant Bartomeu.
Lo más destacado es sin duda el castillo de Sant Oïsme, una fortaleza románica, del siglo XI. Todavía conserva la torre circular de 14 metros a la que se puede entrar y a la que se puede llegar a la cima. Solo se tiene que subir una mareante escalera de caracol, pero la recompensa vale la pena, gozaréis de una panorámica que os dejará sin palabras.
Por esta zona también se puede hacer alguna ruta de senderismo y llegar a las orillas del pantano de Camarasa. Una sugerencia para complementar la ruta al Castell d’Oroners y la Ermita del Remei e ideal para refrescarse después de una buena caminata. También podéis visitar Penelles, el pueblo del Street Art.
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